domingo, 1 de mayo de 2011

LA CONFIANZA DE POLICARPO (Por: Rev. Luis M. Ortiz)

Policarpo fue pastor en Esmirna, conocida hoy como Izmir, en Turquía. Probablemente él era el pastor, “el ángel” de iglesia en Esmirna cuando las cartas a las iglesias fueron dirigidas en los capítulos dos y tres del Apocalipsis. Ireneo, un famoso discípulo de Policarpo, escribió que éste siendo joven había conocido y estado en contacto con el apóstol Juan. Policarpo fue el último de los pastores vivientes que conoció a alguno de los apóstoles del Señor. Fue como el eslabón entre la Iglesia Apostólica y la Post-Apostólica. Fue la figura más importante del segundo siglo del cristianismo en el Asia menor. Fue un gran defensor de la sana doctrina, lucho contra los valentianos, unos grupos secretos que reclamaban ser salvos exclusivamente por medio de su misterioso conocimiento espiritual. Combatió a los gnósticos que decían que la encarnación, muerte y resurrección de Cristo, todo fue un fenómeno imaginario que solo tenía valor mitológico.
 El martirio del fiel y valiente Policarpo se produjo en el año 155 D.C. Este documento es reconocido por todos como auténtico.  A continuación un extracto de este relato:
“Cuando Policarpo supo que era buscado, no quería huir de la ciudad, pero en atención a los hermanos, accedió a ir a la casa de una granja cerca de la ciudad. Allí dedicó tiempo a orar por los hermanos y las iglesias, como era su costumbre.
 Mientras oraba tuvo una visión, y vio que su almohada ardía bajo su cabeza. Luego dijo a sus hermanos que con él estaban, que esto significaba que habría de ser quemado vivo. Más tarde llegaron los perseguidores y Policarpo estaba en una habitación alta, desde la cual podía haber escapado, pero no quiso hacerlo, diciendo: “Sea hecha la voluntad de Dios”. Policarpo bajó las escaleras y saludó a sus perseguidores, quienes quedaron impresionados por su tranquilidad (CONFIANZA EN DIOS) y se preguntaban entre sí, por qué arrestar tan venerable anciano. Policarpo ordenó a los hermanos que les sirviera de comer los que ellos quisieran, y les pidió que le excusaran mientras él oraba una hora. Estaba tan lleno de la gracia de Dios que estuvo dos horas orando, y algunos de sus perseguidores se arrepintieron de la encomienda que les fue asignada.
Cuando terminó de orar lo montaron en un asno, y le trajeron ante el jefe de la guardia de la ciudad, quien a su vez lo montó en su carruaje, y lo sentó entre él y el padre de éste, rumbo al procónsul. Entre ambos comenzaron a tratar de disuadirlo de la fe cristiana, y le decían: “¿Qué mal hay en decir que Cesar es el Señor?” Policarpo se mantenía en silencio, (CONFIANDO EN DIOS) pero ante la insistencia de ellos, les dijo: “¡No tengo ninguna intención de seguir sus recomendaciones!” Cuando notaron que era inútil tratar de hacerle cambiar, encolerizados, entre ambos lo lanzaron del carruaje, y se lesionó sus piernas.
Él no se regresó a su casa, sino que siguió hacia la arena (CONFIADO EN DIOS) lugar donde la multitud rugía. Cuando Policarpo entraba en el coliseo, oyó una voz del cielo que le decía: “Policarpo, se valiente”. Algunos cristianos que estaban cerca escucharon la voz. Fue presentado ante el procónsul romano Statius Quadratus. Se le pidió que se identificara, lo cual hizo y el procónsul hizo otro esfuerzo para que cambiara de parecer diciéndole: “Profana a Cristo y te dejaré ir”. Policarpo responde(CON PLENA CONFIANZA EN DIOS): “Por ochenta y seis años he servido a mi Rey, quien me ha salvado, y él nunca me ha hecho mal. ¿Cómo piensa usted que yo pueda blasfemarle?” .
Por qué no persuade a la multitud? – sugirió el procónsul. Policarpo respondió: “A usted yo le hablo, pues hemos sido enseñados a honrar a los príncipes y a las autoridades establecidas por Dios, siempre que nuestra condición espiritual no sea herida. Esta multitud no se merece escuchar ninguna defensa de mi parte”.
El procónsul contestó: “Tengo bestias salvajes y te llevaré a ellas sino te arrepientes”. La respuesta de Policarpo fue: “Tráigalas, nosotros no estamos acostumbrados a arrepentirnos del bien para hacer algo malo”. -Tal vez prefieres el fuego, ya que desprecias las bestias” – replicó el procónsul. -“Su fuego arde por un momento y luego se apaga, pero hay otro fuego del cual usted nada conoce. ¿Qué espera? ¡Haga lo que usted quiera!, - respondió el anciano Policarpo.  Pasmado, Statius Quadratus envió su heraldo al centro del coliseo a proclamar tres veces: “¡Policarpo ha confesado que él es cristiano!”.
La enloquecida multitud comenzó a vociferar demandando que Policarpo fuera quemado vivo, y la demanda de la multitud fue escuchada. Centenares de personas comenzaron a reunir madera, leña y cuanto pudiera ser usado como combustible.
Cuando la pila funeral estaba lista, Policarpo se quitó su ropa, incluyendo sus sandalias. Iban a clavarlo en la estaca, pero él dijo: (CONFIADO EN DIOS) “No me claven. El que me da fortaleza para soportar el fuego, tambien hará posible para mí permanecer en las llamas sin moverme, sin que tengan que clavarme”. De modo que no lo clavaron, sencillamente le ataron las manos detrás de él. Entonces levantando sus ojos al cielo, dijo: “Te doy gracias que me has tenido por digno de este día y hora… te alabo, te bendigo, te glorifico por medio de Jesucristo… Amén”.
Cuando él dijo amén, terminando su oración los hombres a cargo de encender el fuego, procedieron a encenderlo, y una inmensa llama se levantó”.
Este es el reporte del martirio de Policarpo… deja que la fidelidad (LA CONFIANZA) y la firmeza de Policarpo en su martirio sea poderoso sermón sin palabras… un ejemplo grandioso de una fe robusta en el Señor.

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